Matar un pollo

y te entiendo hermano

Santiago en mí

Hoy maté un pollo. No es algo de lo que me enorgulleza (tampoco es la primera vez), pero la necesidad obliga. No sé si alguien disfruta el matar estos animales, o chivos, puercos, va…en fin, animales. Yo no lo disfruté. Podría decir muchas cosas negativas del acto de matar a un pollo.

Empezaría por la persecusión. Son muy díficiles de atrapar los pollos. Ponen en tela de duda su supuesta irracionalidad. ¿Presienten? el acto vil. Se mueven nerviosos, sin dejar de espiarte con esa mirada de lado. Tanto y de tan ridículas formas te hacen correr tras ellos, que no sería ilógico posponer el crimen un día más, mientras recuperas el aliento.

Luego, la fragilidad de su cuello. Es como apretar el aire, pero con peores consecuencias. Y su mirada -otra vez su mirada-, es un grito; un grito que hay que acallar aunque sea con una mano sobre ese…

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